Maldito Artista
Siempre se habla de esa categoría de artistas que viven en el margen de la sociedad, que rara vez alcanzan el éxito y el aprecio de sus coetáneos, se les llama “artistas malditos”, un término que procede, como tantos otros, del francés.
Andres Nagel no es un artista maldito. El se aprovecha de lo mejor que la sociedad puede ofrecerle
y de hecho su obra se desarrolla temáticamente en una muy personal interpretación de las caras, vicios y costumbres que esa sociedad le muestra. Hay algo de impúdico en parte de su producción, porque Nagel ofrece una visión radical, irónica y cruda de los aspectos que le llaman la atención, pero tal vez el acento más grave lo pone esa peculiar actitud del artista en no criticar moralmente, no hacer valoraciones cualitativas sino un amago de descripciones analíticas.
Andrés Nagel no es un artista maldito, es un maldito artista. Es un personaje que se aisla en medio
de la multitud. Es el último ejemplo del arquetipo de artista trágico. Sensible y a la vez cruel, observa y sonríe y después construye una obra que está al margen de todo y de todos. De hecho en muchas ocasiones y ante la imposibilidad de etiquetar su obra se le margina de grupos y tendencias. Porque lo que hace es escultura, pero está tan cerca de la pintura... fue pintor, dibujante, y el tratamiento que hace en cada uno de sus trabajos mantiene elementos de cada una de sus facetas de artista. La importancia de la línea, por ejemplo 710, es una clara prueba de ello. El dibujo funciona siempre, es Ia base de su trabajo, junto a la utilización de materiales dúctiles, generalmente en planchas recolladas de peso ligero y que puedan ser utilizadas sin procesos costosos y sin ayuda de nada ni de nadie. Sus obras parecen salidas de algún cuadro y en general representan escenas más cercanas a la historia de nuestros recortables infantiles que a cualquier otra.
Recortando fragmentos de la realidad Andrés Nagel va construyendo una obra impredecible, aun pocos artistas hay en el panorama actual que sean más profundamente coherentes consigo mismos.
Maldito artista que nos da que pensar y nos pone todo tipo de barreras a nuestras fórmulas trilladas
y aplicables al resto de la profesión.
La relación entre las caracterfsticas personales del hombre y su trabajo como artista están siempre presentes en el estudio de cualquier artista. Curiosamente se pueden trazar similitudes que aclaran la compresión de obras y el acercamiento a personalidades tortuosas. Esta regla funciona a la perfección con Nagel, con una vida típica, un origen complicado y una vida elegida por él mísmo y con facetas totalmente contradictorias, podemos comprender mejor que su obra tenga las características que tiene. Porque muchos se han quedado en la superficie y la han definido como pop, como comentarista irónico de la sociedad artística, como un aprendiz de escultor que no acaba de entrar en los procesos técnicos habituales de la escultura... La realidad es que un hombre de origen germánico y formación universitaria (estudió arquitectura) nace y vive enuna pequeña y provinciana ciudad del norte de España y que nunca ejerció su carrera. Un cosmopolita que viaja por el mundo visitando los más recónditos lugares decida vivir aislado en una clásica villa burguesa, asistiendo como observador privilegiado al desmoronamiento de toda una forma de vida de una sociedad es algo que
incita a la curiosidad. Pero Nagel es un maldito artista que no se siente afectado por colocar una de sus obras en una peluquería, incluso tal vez lo prefiera a un museo. Porque para él no es lo más importante el destino final de la obra, sino la forma en que se contemple.
Nagel mantiene ese especial carácter infantil, aparentemente inocente, sorprendiéndose por casi to-
do, haciendo bromas y risas a costa de quien sea, pero en el fondo es comv esos niños terribles de las películas de miedo. Detrás de ese niño grande, de esa mirada asombrada se parapeta un hombre de fina ironía y con un conocimiento de todo lo que está viendo que supera cualquier previsión. Es un auténtico peligro. Nagel es un ser solitario y esa circunstancia conforma su personal trabajo, cercano a tantas cosas pero en el fondo totalmente aislado y solítario: No tiene nada que ver con nadie y a la vez guarda una fiel tradición y respeto por la historia.
De alguna manera muchos de sus trabajos presentan un fragmento de la situación actual, bien directamente, bien comparativamente. Por una parte Nagel está estrechamente vinculado con los medios de comunicación (de hecho en muchas de sus obras aparecen elementos como periódicos, televisores o radios) y sobre todo con los receptores de esa comunicación masiva. Pero también ha utilizado la estructura narrativa, pero esencialmente fragmentaria; en la que la línea formal es figurativa y la narración esfá presente siempre. Nagel nos presenta el detalle como un todo y ahí radica su peculiar puesta al día del auto sacramental, haciendo del detalle el argumento, analizando fríamente y sin compasión cualquier situación, siempre desde fuera.
Otro elemento formal a tener en cuenta es el barroquismo que sus grupos y también sus figuras mantienen desde el comienzo de su trabajo. Una acumulación de elementos, un abigarramiento de formas y colores que para nada le acercan a la tradicional escultura vasca y que tampoco le sitúan en un lugar privilegiado de la tradición escultórica española. El color, con abundancia de tonos pasteles, es otro factor a tener en cuenta en su trabajo, y muy especialmente en el escultórico, ya que con el tratamiento de formas y del color que Nagel ha dado a muchas de sus esculturas se convierte en un personaje todavía más aislado en el panorama creativo español. Siempre se le ha tildado de «poco serio» y hay quien ha dicho que más parecen monigotes falleros que esculturas serias sus trabajos... tal vez le falte el dramatismo de un George Segal, pero no hay nada inocente en su trabajo. Una de las causas de la utilización de los materiales (generalmente fibra de vidrio y otros que puedan ser maleables y no muy pesados) viene dada por las personales características de este artista: a él le gusta trabajar solo, moldear él rnismo las esculturas, verlas en su evolución, trabajar en el taller de su casa, sin plegarse ni a la rutina ni a los sacrificios de trabajar en talleres de fundición, hornos, ayudantes, etc.
Pero hay otro factor que no se puede olvidar, y es que aunque en sus últimas etapas Nagel ha traspasado una frontera que siempre ronda entre la escultura y la pintura hoy se le considere un escultor, para mí siempre se ha tratado de un pintor. El color, la interpretación narrativa de las figuras, los temas y su tratamiento es siempre procedente de la pintura incluso en sus piezas más escultóricamente puras. Esa fijación por los planos para conseguir volúmenes la creación de escenas animadas sobre fondos pintados. Hay mucho de escenografía en su trabajo Como lo hay mucho de engaño en su presentación de escena. Pero sobre todo Andrés Nagel es un narrador de esas pequeñas y grandes tragedias estúpidas que nos suceden todos los días.
Estamos ante la obra de un maldito artista que. realmente sólo trabaja para él mismo, para su placer y para contar de la forrna que quiere y como quiere lo que a él le interesa. El resto no es su problema. Privilegiado en alguna forma por los dioses él se permite mirarnos desde ese personal burladero que ha creado sonreir mientras Dios sabe que estará pensando de nosotros. supuestos receptores de sus trabajos. Maldito artista.